Sentirse bien es una necesidad para todo el mundo. Pero, ¿hasta qué punto podemos considerar que hemos alcanzado ese bienestar? Para muchas personas es una cuestión de no tener dolores físicos, para muchos otros una sensación de liberarse de preocupaciones, una sensación de ligereza corporal… Tenemos mucho donde elegir, y podemos pensar en una terapia que nos ayude en cada caso.

Ahora bien, y si fuera posible tenerlo todo en uno? Esta es la propuesta del masaje tradicional tibetano. Esta técnica milenaria ha sido perfeccionada con los años, y nos propone una solución integral que aúna el bienestar físico y el bienestar mental.

¿De dónde procede esta terapia? Nos tenemos que remontar muchos años atrás, a las primeras edades de la cultura ayurvédica en India, y con ello a Buda y sus enseñanzas. Hace más de 2.500 años nace la Medicina Tradicional Tibetana, y con ella un sistema médico holístico que pervive en nuestros días. Muchos siglos de experiencia nos traen una combinación de aceite, calor, presiones y una actitud del terapeuta, que logran el esperado objetivo de proporcionar un estado de equilibrio total.

El ser humano es un sistema complejo, formado por un número de subsistemas en permanente intercambio, y sometidos a condicionantes externos que afectan a su funcionamiento interno. Entender este modo de trabajo no es sencillo, pues la interrelación muchas veces nos pasa desapercibida, pero no ha sido así para la Medicina Tradicional Tibetana, que ha sabido plasmar en sus enseñanzas, muchas veces poéticas, la complejidad del sistema.

Cada individuo es la unión de una mente y un cuerpo en una relación asombrosamente cooperativa, uno sin otro no permiten la vida, y la influencia de uno en otro es la clave para entender la salud del ser humano.

La técnica del masaje tradicional tibetano es a la vez compleja y sencilla. Compleja ya que consigue equilibrar la mente y el cuerpo del individuo. Sencilla pues no requiere de intrincados movimientos o muchos elementos. El cuerpo del paciente, el terapeuta y el aceite son todo lo necesario para producir el “milagro”. En aproximadamente una hora y media, el terapeuta recorre con sus manos el cuerpo del paciente extendiendo el aceite, calentando las zonas del cuerpo por las que avanza, induciendo el descanso y el equilibrio natural.

¿Cómo funciona esta técnica?

La mente de cada individuo está presente en cada parte de su cuerpo, extiende su influencia a cada punto, sin escapar alguno. Pensemos en los dedos, en el pelo, o internamente…somos capaces de llevar nuestra conciencia a todos ellos. Sentimos con cada una estas partes. Esa mente viaja en una corriente sutil que le hace llegar a cada punto, la energía viento. Una energía, que como una capa sutil, se mueve por nuestra piel y por cada zona interna del cuerpo, proveyendo de movimiento y sensaciones. Esta energía se conoce por muchos nombres en otras culturas, el prana, el chi, etc. pero sólo la Medicina Tradicional Tibetana ha sido capaz de observar su verdadera importancia y su importante relación con la mente.

Hemos oído muchas veces que somos lo que pensamos y es que la mente, a través de nuestros pensamientos y acciones, conforma el mundo en que vivimos y con ello la interrelación de cada persona con su entorno. Las influencias del entorno en la mente afectan a nuestro cuerpo, las influencias del entorno en nuestro cuerpo se trasladan a la mente, todo en un sistema de retroalimentación que busca el equilibrio del conjunto.

Todos hemos vivido situaciones que nos afectan negativamente, que nos privan de nuestra energía, que nos dejan débiles, cansados o desorientados, y todo ello tiene un efecto rápido en nuestro cuerpo que se resiente, mostrando síntomas de fatiga, dolores, que acaban con el sistema apagándose. De igual manera los problemas físicos, fisiológicos no nos pasan desapercibidos en nuestra energía, en nuestra capacidad intelectual y sensorial, acabando en una mente pesada, poco funcional que se reduce al mínimo rendimiento.

De la misma forma, la recuperación del cuerpo físico tiene un efecto en la capacidad mental de la persona, como a su vez, la mejora de nuestras capacidades mentales provee a nuestro cuerpo de una energía para un mejor funcionamiento.

Apoyándose en esta interrelación, el masaje tradicional tibetano actúa reequilibrando el sistema, utilizando la frontera del cuerpo como base para transmitir la energía a nuestra mente. El terapeuta usa el aceite como elemento unidor y calorífico de su trabajo manual en la piel del paciente, consiguiendo con ello poner en calma ese viento que circula a cada parte del cuerpo, y en el que viaja la conciencia. Ese viento traslada esta información a cada parte del cuerpo actuando sobre los sistemas internos, a través del sistema circulatorio, equilibrando el funcionamiento de todo el conjunto, mientras que a su vez la conciencia junto con el viento calma su movimiento, reducen la velocidad, e inducen a la recuperación del sistema.

El masaje tradicional tibetano nos aporta un bienestar conjunto: la recuperación de nuestra energía física, un funcionamiento interno de nuestros subsistemas mejorado, un aumento de nuestra capacidad de recuperación interna, un aumento de nuestras capacidades intelectuales, de nuestra atención, en definitiva, nos aporta salud, bienestar y calma mental.

Recibir un masaje tradicional tibetano es recuperar la sensación de ser de uno mismo. ¿Quieres probarlo? No hay duda de que será una magnífica experiencia.

Sergio Iniesta Esteban