LA MENTE (I)
En la primera sesión de las jornadas los Geshes y el Dr. Santed establecieron las bases de la definición de mente para el budismo y para la psicología actual. La mente como un conjunto de procesos cognitivos generados por el cerebro con la función de procesar la información de forma secuencial o algorítmica para guiar la conducta contrastaba con la visión más deslocalizada del budismo, donde la mente no es una entidad aislada ni material, sino un continuo relacionado de forma dependiente del cuerpo, que no puede medirse.
El esquema fenomenológico de la psicología moderna distingue tres estados de conciencia:
- Conciencia dual-identificada, donde se define el yo diferente al mundo y se crea la sensación de identidad.
- Conciencia dual, la conciencia de sí mismo o estado de testigo.
- Conciencia no dual, donde solo hay percepción desapareciendo así la dualidad del observador.
La conciencia podría verse, desde el punto de vista académico, como un receptor de estímulos que transforma en impulsos nerviosos y los procesa de acuerdo con su representación interna del mundo exterior. La mente sería más una consecuencia y no una causa. Un proceso emergente donde la plasticidad y el aprendizaje juegan un papel primordial en la persona.
Los seis tipos de conciencia y los factores mentales, según el budismo, se encuadraron en el contexto del Satipatthana Sutta y el Lo Rig tibetano. En la conciencia se distinguen los cinco sentidos sensoriales y además el sexto sentido de la mente. Para su generación se necesita primero una conciencia sensorial con sus diferentes agregados, un objeto a percibir, un órgano como base y un continuo previo, que sería la mente anterior. Los fenómenos, visibles o no, y la mente que los percibe son interdependientes, rompiendo así la barrera de mundo exterior e interior que la psicología científica sigue postulando.
I Jornadas de Budismo y Ciencia
Uno de los puntos de debate entre Budismo y Ciencia que más implicaciones podría conllevar es el tema de la dependencia entre fenómenos. La ciencia necesita de la disgregación como herramienta para poder definir los fenómenos y estudiar después su contribución por separado. Así, por ejemplo, se separan procesos como memoria y atención, con la intención de estudiar de forma separada su papel en el aprendizaje. De forma similar se separa el receptor de lo percibido, generando la ilusoria sensación de objetividad de la realidad y la permanencia de los fenómenos. La neurociencia, hoy en día, está dando pasos en una dirección más cercana al conexionismo busdista. Se ha pasado del localicionismo del siglo XX a la teoría de redes donde el objeto a estudiar son las interacciones y sus propiedades dinámicas.
De la misma forma, los modelos cognitivos de representación interna del mundo son cada vez más individualistas, tratando de incorporar la identidad variable de los sujetos. Este punto abrió el debate en torno a la introspección como método de conocer la mente. La ciencia actual basa sus resultados en un método de tercera persona, donde los procesos hemodinámicos o electrofisiológicos, así como la evaluación cognitiva de los sujetos se estudia de forma separada al mismo sujeto. Desde que Francisco Varela y sus colaboradores llamasen la atención sobre la necesidad de incorporar la experiencia propia del sujeto en las medidas de análisis, se han intentado varios acercamientos pero hasta la fecha ninguno a podido cubrir ese hueco.
Los pasados 21 y 22 de marzo del 2015 se celebraron en el centro Thubten Dhargye Ling de Madrid las primeras jornadas de Budismo y Ciencia. En esta ocasión en torno al tema de la mente.
Asistieron como ponentes los lamas Geshe Tering Palden y Geshe Ngawang Losel, los profesores universitarios de psicología el Dr. Santiago Segovia y el Dr. Miguel Ángel Santed y el doctor en medicina Pablo Iglesias, experto en cuidados paliativos. Las jornadas estuvieron moderadas por la doctora en biofísica Nazareth Castellanos.