Muy Ven. Lama Geshe Tsering Palden
Hacer un retiro es aislarnos del resto del mundo y prestar especial interés a la mente. Lo más importante y difícil que tenemos que hacer es conseguir que nuestra mente esté atenta y concentrada en lo que estamos haciendo. Para ello, salimos de nuestro ambiente habitual y buscamos un lugar tranquilo en el que poder calmar nuestra acostumbrada agitación mental. Después, durante varios días, realizamos varias sesiones de meditación en las que nos concentramos y dejamos reposar la mente.
Normalmente estamos atrapados en el océano de nuestra actividad mundana. Continuamente, nos vemos arrastrados y empujados por nuestro karma, indefensos, sin control alguno. Cuando hacemos un retiro, durante unos días, impedimos que este oleaje mundano nos lance de aquí para allá. La palabra tibetana que se usa para “retiro” se traduce por “barrera”, “frontera”, es decir: “He llegado. Ahora me quedó aquí”. Por consiguiente, no podemos estar “aquí” haciendo nuestra práctica espiritual y dejar que nuestra mente siga con su influencia mundana. Así no sirve de mucho, y nos podemos volver “locos”. Debemos estar atentos y vigilantes. Por supuesto que es difícil, pero no podemos pretender hacer un retiro sin problemas; se trata de nadar contra corriente y esto engendra una cierta dificultad.
En un retiro, se dan dos circunstancias: una, durante la práctica, mientras estamos atendiendo a nuestra concentración; y otra, cuando terminamos nuestra sesión, en el periodo llamado de postmeditación. Lo importante es que seamos muy cuidadosos con nuestra práctica e intentemos hacerla muy bien. Después, entre sesiones, debemos mantener la atención en todo lo que hacemos, pero si nuestra mente se va a otro lado y se distrae, no es tan importante como en la práctica en sí.
Es curioso pero, cuando estamos a punto de comenzar un retiro pensamos: “¡Qué bien, vamos a hacer un retiro, allí vamos a estar tan tranquilos….” y después, cuando empiezan las dificultades, queremos irnos del lugar donde estamos y volver a nuestra vida cotidiana. ¿No os parece raro? Nos sentimos hartos de la locura y el estrés al que estamos sometidos. Buscamos tranquilidad, y cuando podemos lograrla, no sabemos calmar nuestra mente y ansiamos volver a lo que nos hacía desgraciados. Hay una historia tibetana de un lama que estaba haciendo un retiro y alguien preguntó por él a un conocido. Este le contestó: “Bueno, físicamente está haciendo retiro pero, ahora mismo, mentalmente, está comprando sedas y brocados en el mercado de Lhasa”.
Lo más importante durante un retiro es disfrutar con lo que hacemos, relajarnos, pasear, no hablar demasiado y cuidarnos.
Tenemos que cuidar nuestro interior, nuestra mente. Es muy importante no perder de vista esa apertura. Esa espaciosidad interna que tenemos, porque todas nuestras dificultades, aunque parezca que vienen de fuera, surgen siempre de nuestro interior.
Físicamente, cuando el cuerpo nos duele o lo tenemos enfermo, acudimos a los médicos para que nos ayuden con sus medicinas. Sin embargo, cuando el problema está en la mente, no hay doctor que valga, ni inyecciones o medicinas que la puedan curar, salvo cada uno de nosotros. Tenemos que observarnos, tener experiencia de nosotros mismos. Por lo tanto, la práctica que hagamos será el mejor médico que podamos encontrar. El Dharma es la medicina maravillosa y nuestro aprendizaje es tan bueno que nos lleva a alcanzar el fin de todas nuestras dificultades, sin necesidad de nadie más que de nosotros mismos. Por supuesto que desde el exterior seguirán viniendo problemas. Pero serán poco consistentes si tenemos la actitud correcta y si interiormente estamos bien, porque el punto esencial será cómo estemos por dentro.
No hay consejo mejor que yo os pueda dar: