Muy Venerable Lama Geshe Tsering Palden

Algunos discípulos preguntaron a Lama Tsongkhapa cómo se debía empezar una sesión de meditación, y Tsongkhapa respondió:

«Generad una motivación adecuada»

Quizás penséis que lo más importante es una postura correcta y otras cosas, pero creo que, aun siendo muy importante la postura y todo lo demás, lo fundamental, la base está en la motivación con la que emprendemos la meditación.

Tanto las actividades mundanas como nuestra práctica espiritual serán positivas si nuestra motivación lo es. Por tanto, es fundamental que, antes de nada, generemos una buena motivación (…)

Existen tres grados de motivación:

Motivación inferior.- Se desea mejorar nuestra vida actual y la obtención de un buen renacimiento en vidas futuras.

Motivación de nivel intermedio.- Se parte del convencimiento de que, aun consiguiendo un renacimiento en reinos superiores, no habremos acabado con el sufrimiento y por tanto, aspiramos a lograr su fin y a alcanzar la felicidad verdadera.

El tercer grado de motivación, la superior.- Surge después de contemplar el sufrimiento del nacimiento, enfermedad, vejez y muerte; cuando llegamos al convencimiento de que no deseamos esta situación ni para nosotros ni para los demás.

Los siete puntos de la postura de Buda Vairochana

 

 

1. La postura vajra con las piernas cruzadas o, si no se puede así, de forma cómoda.

2. La espalda recta.

3. Las manos en postura de meditación, con la derecha encima de la izquierda y los pulgares enfrentados, descansando en el regazo, a la altura del ombligo.

4. Hombros equilibrados.

5. Cabeza un poco inclinada hacia delante, no demasiado, con la nuez hacia dentro.

6. Ojos entreabiertos o medio cerrados dirigidos a la punta de la nariz, sin enfocar.

7. La lengua en el paladar con la boca cerrada de forma natural.

Para las personas con muchos problemas de distracción se añade un octavo punto: la respiración, que va a permitir calmar y centrar la mente.

Es conveniente comenzar con los ojos cerrados, porque si los mantenemos abiertos, podemos distraernos demasiado con las formas que hay a nuestro alrededor. Después, cuando ya estemos más familiarizados con la meditación, como podremos permanecer en el objeto sin tanta dificultad, los podremos dejar abiertos o entreabiertos. Muy importante: si mantenemos la espalda erguida como una flecha, permanecerán los canales bien rectos y esto favorecerá la correcta circulación de la energía, lo que redundará en una buena concentración.

Una vez atendida la postura, hacemos una pequeña meditación en la respiración para calmar la mente. La respiración debe ser natural, no forzada, sin hacer ruido al exhalar e inhalar para no molestar a los compañeros que están cerca. Enfocamos toda nuestra atención y energía solamente en la respiración, nada más que en la respiración. De esta forma, cuando inhalamos, pensamos: «estoy inhalando», y cuando exhalamos: «estoy exhalando». Podemos contar siete o diez respiraciones, sin permitir que la mente se distraiga en otra cosa que no se la respiración.

Si nos perdemos, volvemos al principio. Si escuchamos ruidos o conversaciones, impedimos que la mente se pierda tras el sonido; no hacemos comentarios internos de si lo que oímos es agradable, desagradable, o no nos importa nada, sino, simplemente lo dejamos estar y hacemos que nuestra atención regrese, una y otra vez, a la respiración. Una vez conseguido el estado natural de la mente sin distracciones o preocupaciones del pasado o del futuro, permanecemos «aquí», en el momento presente. Así, hemos llegado al momento en que generamos una buena motivación.

Tras la motivación, buscamos un objeto de concentración, que dependerá de la predisposición y familiaridad de cada uno. Si, por ejemplo, el practicante es cristiano, puede escoger la imagen de Cristo; si es budista, la imagen de Buda , o la propia mente, etc. En cualquier caso, si queremos obtener resultados, es conveniente elegir uno que nos resulte cómodo, familiar y convincente, y no cambiarlo después. Debemos visualizarlo del tamaño más pequeño posible porque es mejor para la concentración, pero si nos resulta difícil y complicado, al principio, podemos hacerlo más grande, del tamaño natural de una persona o de la imagen de una deidad y después, poco a poco, ir disminuyéndolo.

En el caso de que elijamos la imagen de Buda como objeto, debemos visualizarla de naturaleza de luz, irradiándola alrededor de su cuerpo, con todas sus cualidades positivas y libre de defectos, no plano como en una fotografía, sino con volumen, como si estuviera vivo.

Buda de luzAl principio, es difícil visualizar la imagen con claridad, se ve confusa; aparece algo parecido, algo que se acerca a lo que estamos intentando ver, pero enseguida desaparece; de nuevo, llevamos la atención al objeto, vuelve a desaparecer y, otra vez, repetimos. Esto es normal: no alcanzamos a visualizarla claramente, ni la mantenemos de forma continuada por falta de experiencia o familiaridad.

Con el tiempo, iremos ganando -unos segundos, un minuto más- estabilidad y continuidad en la concentración. Después, cuando ya seamos capaces de mantener mínimamente nuestro objeto, nos entretendremos más en cada uno de sus detalles. De nuevo, al principio será difícil, pero con tiempo y constancia, volviendo una y otra vez a la imagen, llegaremos a verla cada vez con más nitidez. En todo caso no debemos esforzarnos demasiado porque si no, aparecerán complicaciones en forma de cansancio, aburrimiento y acabaremos sintiendo rechazo.

La Meditación, consejos para principiantes

Aunque la concentración es producto de nuestra conciencia mental y no de la visual, inicialmente podemos tomar como apoyo una estatua o una foto de Buda y luego tratar de visualizarla con los ojos cerrados. Al principio, se nos aparecerá amarillenta, no de luz brillante, ni clara; sin embargo, en cuanto percibamos una visualización mental y alcancemos a sentir su presencia, en ese momento, podremos decir que hemos encontrado nuestro objeto de concentración.

El Budismo recomienda como objeto una imagen de Buda porque, además de constituir un soporte válido para la concentración, supone un recordatorio de todas la cualidades que debemos tener siempre presentes y es una buena manera de acumular méritos y de purificar.

Como ya he dicho antes, es importante elegir un objeto de concentración, su forma, color, tamaño, etc. y no cambiarlo después. Si, por ejemplo, hemos elegido una imagen de Buda que es de color dorado y de repente, se nos vuelve azul o de cualquier otro color, no debemos permitir que nuestra mente se quede en el azul, tenemos que hacer que regrese otra vez al dorado, al que hemos elegido. Y lo mismo con el tamaño: si se hace más grande o más pequeño, regresamos al original. Puede ocurrir también aparezca más de una imagen de Buda; tampoco es correcto: continuamos con una sola imagen. Si no lo hacemos así, y cambiamos con el objeto, estamos ante un verdadero obstáculo para el desarrollo de la concentración.

En todo caso, es normal que, debido a nuestras conceptualizaciones y pensamientos, aparezcan multitud de imágenes durante la sesión. Tenemos que trabajar con ello, volviendo una y otra vez sobre el objeto elegido. Sólo cuando el meditador, a pesar de todos los esfuerzos, no consiga resultados, puede cambiarlo. En Tíbet, hubo quien utilizó el cuerno de un animal como objeto de meditación y logro la concentración en un punto. Por lo tanto, el objeto más conveniente dependerá de la predisposición y conexiones del meditador.

Nuestra práctica debe ir acompañada de método y sabiduría, pero también de estabilidad y claridad mental. Estos dos factores son muy importantes para conseguir una concentración cualificada. La claridad hace que el objeto aparezca nítidamente ante nuestra mente y la estabilidad, que podamos mantener esa claridad.

Siguiendo el consejo de los maestros, antes de visualizar la imagen de Buda, lo hacemos primero con nuestro maestro espiritual, de cuya coronilla emana Buda Shakyamuni que aparece delante de nosotros, a la altura de nuestra frente y a la distancia de un metro. También, según los textos, podemos visualizarnos a nosotros mismos como Buda Shakyamunni. Todas estas formas atienden a propósitos específicos y suponen un beneficio especial.

¿Y para qué nos sirve la concentración en un punto?

Pues porque cuando hemos sido capaces de reunir toda la fuerza y la energía de nuestra mente en el objeto o tema de práctica elegido, nos hemos hecho poseedores de un poder extraordinario que nos va a ayudar a progresar con mucha rapidez en cualquier práctica que emprendamos. Tanto el cuerpo como la mente se han vuelto muy flexibles, ya no nos cansamos como antes, nuestro cuerpo se ha vuelto más ágil y ligero, sin pesadez, y nuestra mente tiene una gran capacidad de concentración. Ahora, somos nosotros quienes dirigimos la mente y, por eso, podemos vencer y superar cualquier emoción que se nos presente. En cambio, sin el logro de la concentración en un punto, los obstáculos y las dificultades nos pueden. Somos dirigidos por nuestras emociones, mucho más fuertes éstas que una mente sin adiestrar.

Si aspiramos a lograr la calma mental o concentración en un punto, es imprescindible la constancia; haciéndola unos días, interrupiéndola después, volviendo otra vez, unos días sí, otros no, no se consigue nada. Cada día, la misma práctica, con el mismo objeto, hasta conseguir la concentración.