Conocemos la expresión: “la cara es el espejo del alma”, pero quizás sería más apropiado decir que nuestros gestos son el espejo de nuestra alegría interior. Y es que un cuerpo que funciona adecuadamente en su interior muestra un brillo especial que podemos fácilmente notar.
Estamos acostumbrados a continuos mensajes en la televisión, Internet, amigos, etc. sobre qué es bueno comer o qué nos sienta mejor y va a conseguir que tengamos un aspecto saludable. Sin embargo, ninguna de esta información tiene en cuenta la particularidad de cada persona, su entorno, su capacidad digestiva, sus condiciones de vida (horarios, tipo de trabajo, etc.) o su localización geográfica.
Todos ellos son factores importantes en la nutrición y, si bien es cierto que hay unas pautas básicas, no podemos por ello dejar de considerarlos importantes.
Una regularidad horaria es un principio básico de una alimentación ordenada, y la base de un desarrollo y cuidado adecuados. Además, la proporcionalidad de los elementos que ingerimos, sólidos y líquidos, es de gran importancia para que nuestra capacidad digestiva y de absorción realice sus funciones apropiadamente, evitando con ello el sobrepeso o la falta del adecuado peso y con ello la disminución de nuestras capacidades físicas.
Igualmente, cada estación, según ubicación de cada uno, nos determina los tipos de alimentos y la forma de cocinarlos. Nuestro cuerpo se mimetiza con su entorno climático y requiere que aquello que le proporcionemos se alinee.
Pero, además, nuestro entorno es un factor fundamental, nuestra vida diaria, las exigencias laborales, vitales forman parte de la ecuación y deben ser tenidas en cuenta a la hora de establecer nuestro menú diario.
Es importante, por ello, conocerse bien, tener en cuenta todos estos factores y ser capaces de elaborar un mapa claro de qué elementos deben constituir nuestra base de la alimentación.
Para la Medicina Tradicional Tibetana, la alimentación es la causa primera de la salud, pero igualmente el primer factor de desequilibrio y desorden.
Nuestro cuerpo reacciona ante el entorno y absorbe de él los elementos que requiere para su crecimiento y desarrollo. Proteínas, grasas, hidratos, todos son necesarios en nuestra vida diaria si queremos ser capaces de vivir plenamente cada día.
Es momento de revisar nuestras prioridades y entender cómo trabajar para favorecer nuestro organismo en su proceso interno metabólico. Con ello habremos logrado que internamente se produzca la transformación de los nutrientes en factores positivos que generen un flujo sanguíneo de calidad, y con ello favorecer la circulación y la nutrición de cada órgano.
La buena circulación sanguínea es la base de una musculatura adecuada, sin grasas que sobren o que falten, y que permitan tener cuerpos flexibles, listos para la acción de cada día.
La musculatura adecuada, así como la correcta distribución de grasas, permite nuestros huesos, nos proporcionen el sostén necesario para avanzar con seguridad en la vida.
Pero no sólo la alimentación es la fuente de nuestro cuerpo y su bienestar, sino también lo es de nuestras capacidades intelectivas y sensoriales, pues sólo a través de una nutrición adecuada logramos mantener el ritmo cada día. Nuestras sensaciones y emociones tienen una base de percepción que viene filtrada por nuestra calidad interna, de la misma forma que nuestros procesos de pensamiento, discursivos o de reflexión.
Así, cuando nuestro metabolismo está regulado, produce la energía interna que nos mueve y nos permite lograr nuestros objetivos en esta vida.
¿Cómo podemos lograr que la alimentación de cada día sea la adecuada? Hemos de aprender a entender cómo funciona nuestro cuerpo y cómo responde a cada familia de alimentos, según nuestra constitución y el entorno que nos rodea.
Durante miles de años, la Medicina Tradicional Tibetana ha desarrollado una cultura nutricional que recupera los valores más básicos de nuestra salud y consigue exponer de forma clara y sencilla cómo ser feliz interiormente para lograr nuestro bienestar y alegría de vivir.