Todos deseamos ser felices en la vida pero lo más que conseguimos tras nuestra búsqueda son instantes de ilusión, retazos de un espejismo. Nuestro anhelo es un sueño no satisfecho. Si indagamos la causa de nuestro fracaso comprobamos que la felicidad depende de tener una mente sana y esto no resulta tan sencillo como pudiera parecer en un principio. La tradición budista va aun más allá en su pretensión de alcanzar la felicidad y transcendiendo esta breve existencia, abarcando las incontables vidas de nuestra corriente mental, con una intención que alcanza a todas las vidas futuras persigue como objetivo último la completa y definitiva cesación del sufrimiento y la obtención de un estado estable y permanente de felicidad.
En su enseñanza sobre «Las Cuatro Nobles Verdades» Buda habló sobre la existencia del sufrimiento antes de hablar sobre la causa que lo produce porque resulta imprescindible constatar la realidad del dolor en toda su dimensión para que nos veamos impelidos a buscar su causa. Además, el sufrimiento no puede ser detenido a menos que se suprima su causa. Del mismo modo, en nuestra vida cotidiana reconocemos que tenemos problemas y, para tratar de comprender qué es lo que los ha causado y así superarlos, debemos escudriñar debajo de la superficie, yendo más allá de las meras apariencias. En esta búsqueda, la tradición filosófica y psicológica budista de la mente se centra principalmente en un análisis detallado de las emociones humanas. En términos generales, el budismo define la mente como un complejo sistema dinámico en el que se integran las dimensiones cognitiva y afectiva de la psique.
Nunca podremos tratar adecuadamente las destructivas emociones perturbadoras, tales como la ira, el egoísmo, la envidia, el orgullo, la baja autoestima, etc., si no somos capaces de identificar y de controlar la fuente de la que surgen. Tendemos a creer que la causa de nuestros pesares y problemas está fuera de nosotros y generalmente esto no es cierto. Si ensanchamos nuestra mente y nos distanciamos de nuestra concreta situación podremos darnos cuenta de que nuestras emociones aflictivas guardan más relación con los hábitos de nuestra mente que con la persona o el acontecimiento que ha causado un incidente en particular. Buda explicó que la causa del sufrimiento es nuestra ansia, deseo y apego. Solo ocasionalmente podemos evitar que las cosas externas sucedan pero siempre podemos cambiar nuestro modo de reaccionar ante ellas si miramos más allá de las causas externas -el jefe irrespetuoso, la pareja egoísta, las personas molestas- y examinamos por qué la emoción perturbadora aflora cuando esas circunstancias están presentes. Es inútil pensar que actuando sobre nuestro entorno exterior conseguiremos nuestra propia felicidad, esto es completamente imposible. Lo único que podemos hacer para proteger nuestra felicidad es modificar nuestra mente de tal manera que dejemos de percibir una serie de circunstancias en particular como un problema.
No hay manera de poder obligar a todos los seres a que sean amigos, ni tampoco podemos exigir que todo el mundo sea amable, atento y generoso con nosotros. Sin embargo, cuando transformamos nuestra mente, podemos liberarnos de nuestra dependencia a las condiciones externas. Esta libertad, a su vez, nos permite evaluar honestamente las posturas de los demás y un sentimiento amable hacia ellos emergerá de manera natural. Los veremos como amigos, con independencia de la manera en la que nos traten. Si afrontamos las emociones aflictivas que sentimos en nuestro interior, nuestros problemas se reducirán y desaparecerán lentamente.
Suprimir la ira, o cualquier otra emoción aflictiva, sólo conduce a un estallido posterior en el futuro. Cuando los maestros budistas exponen sus estrategias para controlar las emociones perturbadoras, en ningún momento nos sugieren que la solución pase por la represión. Tanto la psicología budista como la psicología moderna coinciden en señalar los efectos negativos de la represión. El enfoque budista recomienda llegar al fondo para eliminar la raíz de la emoción perturbadora. En otras palabras, los maestros aconsejan que modifiquemos nuestro carácter para reducir en la medida de lo posible el efecto de las emociones negativas.
El lema es muy simple: practica la disciplina mental a través de la meditación, lo que se ha de llevar a cabo cuando nos sentimos relajados y racionales. Sólo cuando estamos convencidos de que nuestras emociones aflictivas, y no los acontecimientos externos, son nuestro verdadero enemigo, nos sentiremos motivados para hacer que las cosas cambien verdaderamente.
No hay ninguna fórmula mágica que nos permita despojarnos de las emociones negativas de forma automática. Debemos enfrentarnos a ellas desde el conocimiento y superarlas a través de un verdadero análisis, una meditación interna y con grandes dosis de paciencia. Si queremos llegar a controlar nuestras emociones es imprescindible desarrollar la perseverancia, ya que estamos ante un proceso lento. Si nos damos cuenta de la naturaleza destructiva de las emociones negativas como la ira, el orgullo, los celos, etc, y si comprendemos que sus causas siempre permanecen latentes en nuestra mente, comenzaremos la práctica de la reducción de esas emociones y de su influencia en nuestra vida. Si con determinación obramos así habremos entrado en el Camino del Nirvana, un viaje espiritual que nos conducirá a la paz interior y la felicidad.
Amparo Ruiz Cortés
Directora de la Comunidad Thubten Dhargye Ling
Buenos días!! me gusta la página, tiene contenidos y conceptos muy claros para poder iniciar el camino espiritual en la filosofía budista. En particular, estudio budismo tibetano en forma autodidacta desde hace mas de diez años. Orientado en el camino del Dzogchén y el Tantra.
me encantó la pagina, llevo 5 años practicando budismo y cada dia siempre aprendo algo nuevo! 🙂