Existen muchas historias sobre Milarepa, un yogui indio muy famoso. El decía: «Dejé el pueblo y me fui a la montaña a meditar en la impermanencia y en la muerte; ahora ya no tengo miedo”. Había visto más allá de la muerte, y descubierto la naturaleza de la mente: su vacuidad. Por eso, consideraba el hecho de morir y nacer como una simple mudanza. Nosotros no tenemos miedo cuando nos mudamos a una nueva casa, no hay nada dramático en esto. Lo mismo pasa con el renacimiento, dejamos un cuerpo y nos mudamos a otra base, a otra vida. Esto no es nada dramático y, por eso, Miralepa no sentía temor hacia la muerte.
Una muerte tranquila…dejamos un cuerpo y nos mudamos a otra base, a otra vida.
Estamos formados por veinticinco elementos. Los cuatro básicos, (aire, tierra, agua y fuego). las cinco conciencias que acompañan a cada uno de los cinco sentidos, más una sexta, la conciencia mental. Los órganos físicos base para las conciencias correspondientes (ojos, orejas, nariz, lengua y tacto). Debido a estos órganos físicos surgen los diferentes poderes sensoriales (oído, olfato, etc.), y todo esto se relaciona tanto con nuestro aspecto físico como mental. Si ahora añadimos los cinco agregados, (1) ya tenemos los veinticinco. Cuando todos estos elementos se reúnen, dan forma a un cuerpo humano; y en un proceso inverso, cuando llega la muerte, se disuelven.
Como puede llegarnos a través de multitud de factores externos, (accidentes de coche, avión, una comida que nos sienta mal y nos envenena, etc) habrá veces que esos veinticinco elementos se disolverán unos en otros de una manera muy rápida y apenas podremos darnos cuenta. En cambio, habrá otras en las que llegue al final de una larga enfermedad y este proceso será más lento. Esto nos dará la oportunidad de permanecer conscientes de todas las etapas por las que pase. Será entonces cuando nuestra práctica de familiarización en el proceso de la muerte nos será de mucha ayuda, porque ya habremos experimentado las disoluciones que se van a llevar a cabo, y podremos atravesar estos puntos sin miedo, pánico, o emociones perturbadoras.
«Para morir bien, debe vivirse bien. Distanciarse de emociones como la ira, el apego o el miedo, y cultivando la paz en nuestra mente y nuestra manera de vivir». Dalai Lama
Para el pueblo tibetano que practica el Dharma y que ha estudiado la ley de causa y efecto, todas estas bases están claras. Cuando alguien ha llevado una buena vida, plena de virtudes, de méritos, y ha evitado acumular negatividades, etc.. sabe que ha generado estados positivos de felicidad para el futuro y, por eso, muere en paz y tranquilo. Si ha realizado las prácticas meditativas sobre la muerte y conoce el camino por el que va a transitar, no hay razón alguna para la angustia, y puede morir relajado. Incluso, en el caso de personas que sufren una dolorosa enfermedad, en el momento de la muerte, sabedores de que su dolor va a terminar, si, en general, durante su vida han acumulado méritos para procurarse una futura vida mejor, se tranquilizan y mueren en paz.
Su S.S. el Dalai Lama que viaja mucho por todo el mundo, visita con frecuencia hospitales y tiene experiencia con moribundos de todas las culturas. Él ha visto personas que mueren en paz, tanto si creen en el Dharma, como si no; y también ha podido ser testigo de otros, que siendo budistas, mueren con mucha preocupación. Por lo tanto, poder morir en paz, no es algo específico para los que conocen las enseñanzas budistas.
Lo que es más importante es tener valor, no tener miedo, porque, si somos miedosos, aunque hayamos hecho prácticas durante toda la vida para el momento de la muerte, nos asustaremos y no servirá de nada toda nuestra preparación. El valor y la seguridad en nuestra capacidad son cualidades que nos van a ayudar. Gracias a esta confianza nos sentiremos más fuertes y seguros y no sentiremos miedo.
(1) Los cinco agregados son: la forma, sensación, discriminación, factores composicionales y conciencia.