FELICIDAD
Autor: Thich Nhat Hanh
Barcelona: Kairos,2015.
La plena conciencia o mindfulness, o atención plena es la energía que ayuda a estar despierto y ser consciente del momento presente. Se trata de hacer lo mismo de siempre (como caminar, sentarte, trabajar, comer o hablar), pero consciente de lo que estas haciendo. La conciencia de la respiración es la esencia de la plena consciencia, que, según el Buda, es la fuente de la felicidad y de la alegría.
Thich Nhat Hanh nos presenta en este libro un conjunto de prácticas de atención plena, algunas de las cuales se realizan en su Centro de Plum Village. Todas estas practicas apuntan al mismo objetivo básico de reunificar mente y cuerpo, despertar la verdadera presencia y conectar, a la luz de la atención plena, con lo que realmente ocurre. La practica, en si misma, es muy sencilla, inspirar y expirar, dar un paso atentamente, escuchar profundamente a quienes amas y contemplar la belleza que te rodea. Pero estas sencillas prácticas sirven también para ayudar a conectar con tu verdadera naturaleza, ajena al nacimiento, la muerte y la separación. En opinión de Thich Nhat Hanh:
“ Si queremos la paz en nosotros y en nuestro mundo, tenemos que practicar. Si no practicamos, no desarrollaremos la suficiente energía para cuidar de nuestro miedo y de nuestra ira, y del miedo y la ira de nuestros seres queridos. La practica del mindfulness o de la plena consciencia resulta esencial para nuestra supervivencia, nuestra paz y nuestra protección. Nosotros, nuestra familia, nuestra sociedad y el mundo entero necesitan la sabiduría y la comprensión derivada de la atención plena y de la visión profunda.”
Este es un libro de gran riqueza en cuanto a prácticas de mindfulness se refiere. Comienza con una serie de prácticas cotidianas desde la respiración consciente y la meditación sentada, pasando por la meditación caminando, la campana, los gathas…etc, finalizando con los cinco entrenamientos de la atención plena donde me voy a detener un poco.
Brevemente diré que el primer entrenamiento consiste en proteger la vida y reducir la violencia en uno mismo, en la familia y en la sociedad. El segundo consiste en ejercitar la justicia social y la generosidad y no robar ni explotar a los demás seres vivos. El tercero consiste en mantener una conducta sexual responsable que proteja a individuos, parejas, familias y niños. El cuarto consiste en la práctica de la escucha profunda y el habla amorosa que, restableciendo la comunicación, alientan la reconciliación.
Por último, el quinto tiene que ver con el consumo atento, que nos ayuda a no tomar venenos que intoxiquen nuestro cuerpo o nuestra mente y a no consumir programas de televisión, revistas, películas que contengan venenos como la violencia, el deseo y el odio.
La verdad es que merece la pena leerlos atentamente porque son una maravilla.
A continuación vienen una serie de prácticas que tienen que ver con el comer atentamente (junto con las cinco contemplaciones antes de iniciar la comida) y la meditación del té. A continuación Thich Nhat Hanh nos describe una serie de practicas físicas, como caminar, relajarse o el movimiento consciente (nos introduce a diez movimientos conscientes para hacer a diario). Dentro de la serie de practicas en relación y en comunidad cabe destacar, ante todo, la meditación del abrazo, la escucha profunda y el habla bondadosa y el cuidado de la ira y de otras emociones intensas. Respecto a este último, me gusta mucho cuando dice:
“No tenemos que rechazar nuestra ira. Es una parte de nosotros que, como el bebé, necesita nuestro amor y nuestra escucha profunda”.
Es tremendamente interesante la propuesta que nos hace a la hora de trabajar con nuestras emociones.
Bajo el epígrafe de prácticas extendidas incluye la soledad, el silencio, un día de asueto, escuchar una charla del Dharma, compartir el Dharma, viajar y volver a casa. Metta o la meditación del amor, hablar con el niño interior y, por último, los catorce entrenamientos de la atención plena que son una auténtica joya. El libro finaliza con prácticas para hacer con niños.
CLAUDIA CORRALES LANTERO