En los textos, la muerte se define como el agotamiento de los méritos y condiciones que en su día, se reunieron para que existiera una vida. A pesar de todos los estudios científicos realizados, no se ha podido dar con el “método” que consiga evitarla. Todos lo sabemos. En realidad, es inherente a la vida: se nace, se envejece y se muere. Sin embargo, desde hace miles de años, en las enseñanzas de Buda – el Dharma – la muerte, su proceso paso a paso, sus causas y sus consecuencias están ya minuciosamente descritas.
De todo lo que nos vaya a suceder, la muerte es lo más difícil de aceptar y, sin embargo, llegado el momento, será inevitable y no habrá nada que pueda detenerla. Por eso, es necesario que nos preparemos.
¿Qué quiere decir prepararse?. Desde luego, no se trata de reunir nuestras posesiones y de hacer las maletas con ellas, porque, aparte de la mente, en ese viaje no podremos llevar nada con nosotros. Al decir “prepararnos”, estamos refiriéndonos a familiarizarnos con la experiencia de la muerte durante la meditación. Esta práctica impedirá que surjan, cuando llegue el momento, emociones perturbadoras como el miedo a lo desconocido o la tristeza por tener que abandonar nuestras posesiones, parientes, amigos, o este cuerpo por el que nos sentimos tan aferrados.
Hay signos que nos indican que el tiempo de vida se está acabando, por ejemplo, las medicinas ya no dan resultado, los amigos no nos tratan como de costumbre y surgen la tristeza y la nostalgia. En la cultura tibetana, la tradición es hacer mantras, ofrecimientos, muchas prácticas virtuosas, con el propósito de ofrecer méritos para la curación de los enfermos, y si esto ya no funciona, se ha agotado la energía de los méritos acumulados.
En esos momentos, lo único que sirve es tener una mente preparada para no sucumbir al miedo que nos haga olvidar el comportamiento más beneficioso para nosotros en esos momentos.
Al emprender un viaje es conveniente conocer el camino para poder hacer el trayecto con confianza; de lo contrario, podríamos perdernos y asustarnos. Lo mismo ocurre con el proceso de la muerte. Si conocemos las etapas por las que tendremos que pasar, llegado el momento, aunque estemos inconscientes, nos encontraremos con un camino conocido y esta circunstancia hará que tengamos más coraje, más confianza y no nos dejemos llevar por el pánico; de lo contrario, todo nos resultará desconocido y frente a lo desconocido, nuestra forma normal de reaccionar es con miedo, lo que nos hará perder el control y nos impedirá llevar a cabo los actos necesarios que nos puedan ayudar en ese momento.
En general, nuestra vida se desarrolla de forma programada: empezamos en la escuela, estudiamos una carrera, después encontramos un buen trabajo, nos casamos y formamos una familia, etc., y siempre tenemos muchas ocupaciones. Pensamos : «Bueno, ahora no es el momento de prepararme para la muerte porque estoy estudiando, y luego, porque estoy trabajando, y ahora tampoco porque tengo que cuidar a mi familia«. No nos limitamos a satisfacer nuestras necesidades básicas, sino que nos creamos más, siempre a nivel mundano, y siempre diciéndonos: » Después, más tarde«. Dado que en cualquier momento nos puede llegar la muerte sin habernos preparado, este comportamiento resulta totalmente erróneo.
Había en Sera – uno de los grandes Monasterios de Tibet – un lama con un alto nivel de realizaciones que siempre decía: «Mira, esta mañana soy un monje viejo y esta tarde seré una persona joven». Lo que quería decir es que no podemos saber lo que va a suceder en el próximo minuto, ni de la mañana a la tarde. Este lama vivía teniendo siempre presente la muerte y sabía que, con una buena preparación, se entra tranquilo, sin miedo ni temor.